La justicia por el prisma humano
¿Se llega a ser justo alguna vez? Es una interrogante que nos debemos hacer de cuando en cuando, aunque no sea para arreglar las cosas, sí para tener un medidor de nuestras acciones.
Todos en alguna ocasión hemos oído o visto a la justicia representada por una mujer con los ojos vendados, con una balanza en una mano y una espada en la otra.
Pero qué quiere decir a ciencias ciertas este símbolo, pregunta recurrente a partir de que se escogió una mujer y no a un hombre, cuando desde la antigüedad el sexo femenino ha sido el más vilipendiado y el más humillado desde el punto de vista social, humano y legal.
La figura ¿impasible? de una mujer, que puede ser Temis, Astrea, Diké o Iusticia porta una balanza que va a ser sinónimo de la equidad y la medida necesaria, mientras la venda que muchos traducen como alusión a la imparcialidad y a la necesidad de atenerse sólo a los hechos, otros la aprovechan para dar créditos a sus concepciones de que la justicia pasa por el prisma de los hombres y la ceguera puede o no favorecer a alguien, según a quien se juzgue y quien lo haga.
Pero lo cierto es que en el sentido amplio de la palabra la justicia está muy relacionada con la sociedad, la época y de lo que se entiende por el bien y el mal en determinado tiempo y espacio. Lo que antes era una falta o abominación, hoy puede ser un estilo o un modo de vida, lo que quiere decir que las cosas pueden cambiar de color, lo que sí se mantiene es el hecho de tratar de mantener la armonía entre los convivientes.
Sencillamente impartir justicia va más allá de dar o repartir algo a las personas, hay que saber decidir a quién le corresponde y por supuesto esto no siempre resulta, ¿la razón? Es bastante difícil coincidir con todos y cada uno de los criterios.
La historia contempla muchos ejemplos de personajes que se hicieron famosos por su sabiduría para impartir justicia, uno de los más populares es el rey israelí Salomón, conocido por su veredicto en el caso del hijo disputado por ambas madres, pero repito, ser justo no es tan sencillo y no basta con utilizar una treta para desentrañar la verdad.
A veces, desde que nacemos, tratamos de ir tasándolo todo, escudriñando… primero analizamos, luego emitimos criterios, ya en ese momento estamos impartiendo justicia o injusticia.
Desde el mismo instante en que somos capaces de valorar a alguien o un hecho aislado o colectivo nos hemos convertido en jueces, y a veces somos, por así decirlo, juez y parte.
Hay palabras primordiales como ética, equidad y honradez que son inherentes a todos los conceptos que de justicia puede haber, por tanto vale la pena valorar que para ser moderados es necesario deshacerse de criterios sujetos a la discriminación o la preferencia.
Los conceptos antes mencionados los vamos formando, de una u otra forma, en nuestros hijos, en la misma medida que aplicamos diferentes normas en su educación.
Los pequeños son capaces de diferenciar cuándo se les ha aplicado un castigo injusto, y eso nos demuestra que aprendemos a juzgar casi desde el mismo instante en que nacemos, por supuesto que ese hecho es uno de los aspectos que nos ha permitido perfeccionarnos como género.
Tratar de ejercer justicia ha sido y es uno de los principales retos de los humanos en las diferentes civilizaciones, lo que para unos es equitativo, para otros es desajustado, es como la famosa frase shakesperiana “to be or not to be: that is the question”. (“ser o no ser: esa es la cuestión”).
Una toma de decisión equivale a libertad para hacerlo, a responsabilidad con uno mismo y con el prójimo.
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