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ESTILOS

Para que prime lo humano

Si Tin tiene, Tin vale, si Tin no tiene, ni Tin… dice un refrán que oí muchas veces a mis antecesores para referirse a lo que predominaba en un pasado, que ellos vivieron, y que la mayoría de los cubanos sólo conocemos por testimonios y por la historia.

Cuando hablaban del tema, contaban que si alguien de la familia enfermaba debían llevarlo a la Casa de Socorros, lugar para los pobres, y para obtener un puesto de trabajo había que presentar una carta de acreditación de algún personaje “importante” de la política o el Gobierno.

Otras muchas anécdotas no menos lúgubres podrían contarse para acreditar lo planteado, sólo basta preguntar a los más viejos de cada casa y aparecerán.

Una de las grandes conquistas de la Revolución, y que hemos logrado mantener durante 49 años, es la igualdad, y precisamente por ella es que me pronuncio en este comentario.

No por repetido deja de ser verdad que hoy los cubanos disfrutamos todos por igual de derechos tan elementales como la salud, la educación, la cultura y muchos otros más.

Si en algo se insiste es en elevar los niveles de conocimientos de todos basados en las ideas de Martí cuando escribió en el periódico Patria, hace más de 100 años, que “…no hay igualdad social posible sin igualdad de cultura”.

Siempre nos hemos caracterizado por dar una atención por igual a todos los niños cubanos y por sembrar en ellos principios en los que predominen el altruismo, la solidaridad, el compañerismo, la honradez, la integridad y otros tantos valores que nos dignifican.

Por ello, para varias generaciones de coterráneos las personas tienen valores por lo que sean capaces de sentir y hacer en su actuar diario, tanto desde el punto de vista profesional como humano y no por lo que tengan en lo material.

Traigo el tema a colación porque de forma incipiente hay un número pequeño de ciudadanos para quienes el refrán abridor de este comentario va cobrando vigencia, y lo más triste, a esas personas las encontramos en cualquier esfera.

Individuos que cuando llegamos a sus locales de trabajo para solicitar un servicio, primero nos miran de arriba abajo, con inspección perniciosa, y en un abrir y cerrar de ojos, hacen un análisis mental, con cifras y todo, de quiénes somos, cuánto devengamos y el alcance de nuestro bolsillo.

Para ellos no importa cuán necesitados estemos, qué sentimos, y cómo somos y mucho menos cuánto aportamos con nuestro trabajo a los demás, sólo les son elementales cuestiones triviales como el calzado, el vestuario y atuendos (prendas) que llevemos colgados.

A esta forma individualista de ver la vida, se une el amiguismo o sociolismo, elemento que puede convertirse en algo que opaca la imagen de un centro de trabajo o institución.

Por este concepto se llega hasta a romper normas de la ética de cualquier esfera o profesión porque se cae en privilegios y favoritismos.

Estamos todos a tiempo de luchar, desde nuestros puestos de trabajo, para erradicar de raíz estas lacras.

En la Constitución de la República de Cuba, en el capítulo VI sobre la igualdad, se establece que todos los ciudadanos gozan de los mismos derechos y están sujetos a iguales deberes, sin discriminación de ningún tipo, y eso hay que concretarlo.

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