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ESTILOS

El eslabón clave

A todos nos preocupa el futuro, ese pasaje incierto, que nadie sabe a ciencia cierta qué nos depara, pero para el que sí podemos de un modo u otro sentar las bases, con el propósito de formar a hombres y mujeres que sean mejores desde todos los puntos de vistas.

Por tal motivo es inquietante en ocasiones escuchar faltas de respeto en jóvenes y en niños; pasar por las calles y oír a personas adultas repetir malas palabras y frases impropias incluso delante de mujeres que van de paso por el lugar. No es una actitud general, pero  lo antes descrito existe y más de lo que quisiéramos.

Los casos anteriores son solo hechos de indisciplina social.

El respeto a los congéneres, al otro sexo, el aprender a convivir de forma educada en la sociedad son temas que van muy vinculados con la educación en su sentido amplio; no deseamos de ningún modo ser partícipes de la formación de generaciones que vayan por el mundo sin dar crédito a las cosas más elementales que tienen que ver muy de cerca con lo axiológico.

La educación actúa dentro de la sociedad como un elemento puramente regulador de la conducta humana y tenemos que tener bien claro que si hoy no formamos un sistema de valores, a partir de aspectos fundamentales como la comunicación y socialización, mañana lo vamos a lamentar.

La escuela cubana tiene muy en cuenta las virtudes a formar en el hombre modelo al que se aspira, por ello es imprescindible insistir en varios factores que son fundamentales.

Lo primero y lo más elemental es el maestro. Lo centramos porque es el eslabón clave para lograr el carácter humanista que caracteriza a la pedagogía nuestra, así como en el resultado de la influencia social que debe ejercer la educación sobre el individuo.

Por eso es casi inadmisible que esa persona que se para delante de un aula no sea un verdadero ejemplo en todos los sentidos, recordemos a José de la Luz y Caballero, relevante pedagogo y pensador del siglo XIX, el primero que anunció las ciencias experimentales en nuestro país, cuando dijo: “Tengamos el magisterio y Cuba será nuestra.”

Luz y Caballero concebía al maestro como alguien puro y lleno de virtudes, y eso lo demostró en esa frase que tanto hemos  escuchado de niños; “Instruir puede cualquiera, educar solo quien sea un evangelio vivo”.

Tal vez por este motivo nos sea incongruente el que un profesor se dirija a sus alumnos de forma descompuesta, incluso con carencia  de métodos educativos que no forman, sino lo contrario,  o que asistan a la escuela con ropas inadecuadas o con una apariencia personal reñida con la moral y la ética. Son los menos, pero un solo caso ya es preocupante.

Si queremos que nuestros discípulos sean ejemplos, primero tienen que serlo los maestros; es inadmisible exigir un corte adecuado de pelo, un correcto uso del uniforme, hablar correctamente, respetar a los demás,  si no somos modelos a imitar.

El ser creativos y la búsqueda de la forma adecuada para llegar de forma individual a cada estudiante deben ser características que acompañen al maestro en su tarea diaria. La pedagogía y las metodologías no  deben convertirse en asignaturas aprendidas con alfileres para aprobar un examen, sino en una constante que signe la actitud de los educadores.

Hasta para llamar la atención a un niño o a un joven hay que tener arte, no es el regaño por el regaño, primero hay que tener bien claro la individualidad a la que nos dirigimos, cómo lo hacemos y qué perseguimos, de lo contrario los resultados lejos de ayudar pueden perjudicar.

Tenemos que lograr que los  maestros tengan las “herramientas”necesarias y nos  referimos a métodos y procedimientos para encauzar los objetivos que se propongan, tanto desde le punto de vista instructivo como educativo.

De forma inteligente nos hemos nutrido en nuestro sistema educativo de todo lo bueno del pensamiento cubano del siglo XIX, las ideas de José Agustín Caballero, Varela, José Martí y de Luz y Caballero han estado presentes a la hora de diseñar el cómo lograr transmitir valores positivos a los estudiantes.

La modestia, la sencillez, constancia, el sentido del deber, la disciplina, ecuanimidad, ética, esfuerzo, humildad, la generosidad, libertad y la justicia, entre otros, son características que los niños y jóvenes debe tener en un patrón cercano, para que la cimentación sea fuerte y no endeble.

Nadie piense ni por un segundo que educar es cosa sencilla. Es en las aulas donde se cuece el destino de un país, de sus habitantes futuros, que en realidad son los que darán continuidad a la historia, los que labrarán sus propias vidas y los que determinarán si serán hombres  de bien o de mal, de ahí la  prioridad no solo a la enseñanza de conocimientos, sino la formación de valores.

 

 

 

 

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