Paz entre nosotros
A veces creemos que ser violentos radica sólo en golpear o abusar de alguien y estamos muy, pero muy lejos de imaginar las formas solapadas en las que pueden metamorfosearse los actos de este tipo.
En lo particular, considero que las manifestaciones que van en contra de la integridad física, emocional y psíquica de un ser humano debieran de estar proscritas de la sociedad actual, que tan civilizada se torna a veces, y tan atrasada demuestra ser en no pocas ocasiones.
Prever la violencia en la sociedad debe comenzar desde la educación en el hogar, la primera y más importante para muchos conocedores del tema, y a la que después se vincula la escuela y la comunidad.
Es en la casa donde les enseñamos a nuestros niños el amor por los demás, las normas de urbanidad, de educación formal, la tolerancia, el comedimiento y el respeto por sus convivientes –si son varones– por el género femenino. Estas son tareas de los padres y tutores y no deben obviarse jamás.
Luego la escuela, sin dejar de trabajar con el factor hogar, puede y debe seguir sembrando valores que formen a los alumnos en lo más bello del hombre: su capacidad para amar a quienes lo rodean, de ser pacíficos, respetar los derechos y deberes de los demás y de emitir criterios, escuchar y ser escuchados.
No podemos pretender que luego nuestros hijos sean seres amantes de la paz si antes no han existido estos antecedentes que ellos puedan volcar en sus relaciones comunitarias posteriores.
Las frases martianas y la obra en general de nuestro Apóstol son arsenal que tienen maestros y padres para sembrar lo bueno y alejar reacciones tan adversas como el odio, la mezquindad y el abuso.
Decía Mahatma Gandhi, político y pensador indio: “La no violencia es la fuerza más poderosa que hay a disposición de la humanidad”, también refería: “La violencia es el miedo a los ideales de los demás”.
Martin Luther King opinaba: “La violencia crea más problemas que los que resuelve, y por tanto nunca conduce a la paz”.
Muchas frases pueden aplicarse al tema, sin embargo, la problemática sigue golpeando en la actualidad, el abuso del padre hacia el hijo, de esposo a esposa, de maestro a alumno, de violador a víctima sexual.
Pródigas son las manifestaciones y los victimarios; pero si en algo debemos coincidir es con la afirmación de Esquilo de que la violencia acostumbra a engendrar violencia; por tanto a la hora de enfrentar un acto de este tipo debemos trabajar con métodos científicos, que para eso existen estudios especializados acerca del tema.
La violencia es una polilla que corroe la esperanza de muchos seres en el mundo. La Organización Mundial de la Salud (OMS), según el Centro de Noticias de la ONU, publicó un informe en julio de 2007 sobre los avances para combatir la violencia interpersonal, que afirmaba que la falta de inversión en estudios científicos de evaluación a gran escala es el mayor impedimento para incrementar los esfuerzos de prevención, en particular en los países de bajos y medianos ingresos.
Aunque en menos escala en Cuba no podemos declararnos libres de actos violentos, demostraciones de ellos las apreciamos a nuestro alrededor y muchas veces ni siquiera somos conscientes de que constituyen violencia.
Las mujeres son las principales víctimas de un matrimonio complejo que funciona sólo a base de gritos, insultos, amenazas e improperios y a veces de intimidación o daños de la autoestima. Hablar de abuso físico son palabras mayores, todavía hay quienes en silencio sufren sin agotar las posibilidades que les dan las casas de la mujer y la familia, verdaderos centros de orientación y de ayuda.
Los niños pueden convertirse en otro talón de Aquiles, por tanto hay que insistir más en las orientaciones de cómo educar a los hijos sin tener que recurrir a los castigos corporales, para ello trabajan un grupo de organismos, la prensa y programas televisivos.
Las causas de la violencia pueden ser muchas, entre ellas el alcoholismo, la ignorancia, la impulsividad, la falta de comprensión, y la drogadicción, entre otras; y contra ellas debemos luchar todos los que tenemos en nuestras manos la posibilidad de influir y cambiar esas conductas proclives.
Cada miembro de la comunidad debe saber que la comunicación puede a veces, para no generalizar, convertirse en una “varita mágica” que evita la violencia en todos los sentidos, tenemos que interiorizar el respeto por el otro, aprender a superar los errores y a seguir adelante, sólo así enfrentaremos la vida de forma equilibrada y pacífica.
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Pura Blanco Tineo -
Pura Blanco