Minúsculas grietas
¿Es usted violento? Esta interrogante nos las debiéramos hacer con frecuencia cada vez que como decimos nosotros "la sangre se nos sube a la cabeza..." o como afirmaba jocosamente un personaje "nos ponemos la chancleta en el dedo gordo del pie y...".
Muchos pretendemos ver la violencia tan solo en el ojo ajeno, pero es bien recomendable que en este mundo en el que diariamente escuchamos historias de atropellos, violaciones y asesinatos y en el que las guerras masacran a poblaciones civiles, logremos que predomine en nuestro proceder la armonía, la paciencia y el respeto al criterio y derecho de los demás como una máxima para vivir en sociedad.
Violencia no es sólo ese golpe que deja huellas físicas, sino que puede manifestarse de diferentes formas y hacerse costumbre, entonces se hace irreconocible hasta para los propios afectados.
Podemos hablar de diferentes formas de violencia como la emocional, cultural, la de género, la sexual y también una que incluye muchas de las mencionadas: la doméstica.
Al poner la palabra tratada en un buscador de Internet los sitios referidos al tema muestran noticias y cifras espeluznantes de hechos que se producen en muchos países del mundo, sin importar el nivel de desarrollo, ni la economía, tampoco la cultura ni la religión.
En Cuba, aunque existen los mecanismos para evitar la violencia en todos los sentidos, tampoco escapa a ella, por supuesto no en un grado elevado como en otros lugares, pero sí se dan hechos que de no combatirse pueden extenderse y es deber de todas las instituciones trabajar el tema de formas profiláctica y educativa.
Es una realidad que la violencia se manifiesta en la sociedad cubana de diferentes maneras, sobre todo detrás de las puertas de los hogares, donde de modo oculto y silencioso -tras el telón- muchas féminas dejan que se convierta en cotidianidad y no explotan mecanismos tan eficaces como las Casas de Orientación de la Mujer y la Familia, una iniciativa de la Federación de Mujeres Cubanas que ha dado muy buenos resultados, y le da a las víctimas los instrumentos necesarios para revertir su situación y cambiar el sentido de su vida.
A menor escala pueden existir de forma indirecta otras víctimas, entre ellos niños y ancianos; y aunque no es lo más común por patrones culturales también hombres, sobre todo cuando detrás está el estigma del alcoholismo.
Socialmente preocupa además que muchas personas olvidan la educación y la cultura que reciben durante su vida y escogen la discusión y la agresividad como medio de expresión, y un poco más allá, se van a las manos. Son hechos que vivimos o escuchamos a menudo.
Los más belicosos no se conforman con pelearse a golpes, como antaño, sino que recurren a esgrimir cualquier herramienta, aditamento o arma blanca, y ojo con esto, porque por supuesto las consecuencias son mayores.
No podemos dejar de darle la importancia a la educación de los hijos que desde la cuna debe ir impregnada de respeto y amor por los demás.
La ley de la selva no es ni mucho menos el precepto que pretendemos establecer, cuando en cuestiones de educación nos referimos tantas veces a la formación del hombre nuevo.
En la niñez es hasta comprensible que los infantes peleen entre sí, pero cuidado con esto, porque sus "pleitos" no escapan a la ingenuidad propia de la edad y en más de una ocasión escuchamos a padres o madres que le dicen al hijo, sobre todo al varón, "si no puedes con las manos coge un palo o una piedra".
¿Qué estamos cultivando? Se ha hecho esta pregunta alguna vez. De seguro quienes educan de esta forma no ven venir los nubarrones del futuro; qué le dirán al hijo en su juventud cuando sea capaz de agredir a otro con un arma blanca, porque sus progenitores le enseñaron que tenía que defenderse a toda costa.
Para evitar la proliferación de la violencia en todos los aspectos es importante ir a la génesis, virarnos para los orígenes y empezar a sembrar en las nuevas generaciones cualidades imprescindibles como el respeto, la equidad, la parsimonia, ah... y enseñarlos a conversar y comunicarse.
Criar a los infantes en un ambiente favorable, en el que los padres resuelvan sus problemas por vías comunicativas y crear en las escuelas un contexto de respeto contribuyen a garantizar la tranquilidad de la sociedad futura.
Si los padres y maestros gritan e imponen sus estatutos y criterios, las bases de un mundo mejor en el que predomine la paz puede tener sus "minúsculas" grietas.
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