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ESTILOS

La guerra y la paz

Abajo la guerra/arriba la paz/ los niños queremos reír y cantar. Es la estrofa final de una canción infantil que varias generaciones de cubanos entonamos, pero que de forma muy sencilla concretiza lo que la mayoría de los seres humanos desean tener en sus vidas: armonía y felicidad.

Para ello hay dos conceptos que se contraponen, incluso constituyen el título de una de las obras cumbres de la literatura rusa, La guerra y la paz, de León Tolstói, en la cual este gran escritor, a partir de la historia de los personajes, narra un período de 50 años, más o menos, de Rusia.

Estos dos vocablos, antónimos de por sí, es innegable que constituyen una pareja, donde desgraciadamente no existe uno sin el otro, pero lo que sí es una realidad es que el hombre como especie puede hacer mucho para que lidere el que más le conviene al mundo y no a una minoría egoísta.

Cuando hablamos de paz siempre pensamos en el otro, no en uno mismo, cuando hay un conflicto, no importa cuán personal o global sea, creemos, humanos al fin, que es uno quien tiene la razón y no la contraparte y casi nunca estamos dispuestos a ceder.

La paz debía ser una asignatura, no de las que se imparten en la escuela, sino desde los inicios de la vida. Debería ser una obligación para padres o tutores enseñar a sus descendientes a amar la armonía y la tranquilidad.

Es imposible aprender a respetar el derecho ajeno -como decía Juárez- si no lo aprendemos desde la cuna y en la casa.

Las primeras lecciones para cultivar este proceder deben ser desde los años iniciales de la vida, donde juega un rol fundamental la consideración que le tenga la familia al propio niño, y el ejemplo que él viva en carne propia, es en el seno familiar donde se cuece la sazón de lo que el adulto hará en el futuro.

En sentido general el ser humano tiene conciencia de la falta que le hace al mundo la paz, eso no es un secreto para nadie, sin embargo, muy pocos se alarman de que la época moderna ha olvidado los divertimentos infantiles de antaño, y tanto las películas, los muñes, como los videojuegos actuales incitan a los más pequeños a lidiar constantemente con peleas, agresiones, insultos y ofensas.

Muy a nuestro pesar se escuchan los ecos de la guerra por cualquier parte en el mundo actual, con justificaciones ebrias de poder se exhiben los tristes ejemplos de Afganistán e Irak, por sólo citar algunos, y muchas más son las amenazas que se ciernen sobre el universo.

Las conflagraciones mundiales anteriores son modelos bien tristes de lo que pueden ocasionar "cerebros descerebrados"; por tanto el camino es bien cierto y pensamos que no haya dudas. En el primer conflicto bélico mundial las bajas ascendieron a más de 10 millones y en el segundo la cifra imprecisa es de 55 ó 60 millones de personas fallecidas, incluso hay quienes hablan de muchas más.

Pero esos números son fríos vistos a la distancia de los años, sin embargo sería bueno refrescar las mentes y traer imágenes de ciudades desaparecidas; las secuelas de los campos de concentración; el hambre en el mundo; la desarticulación de tantos y tantos núcleos familiares; los daños sicológicos de hombres, mujeres y niños que sobrevivieron a la hecatombe. El impacto de esas guerras fue tal que sobrevivió a muchas generaciones y venció los límites geográficos.

La paz en su sentido amplio debemos practicarla en todas las esferas de la vida, desde la misma base hasta la cima, es importante porque como decía Mahatma Gandhi, "No hay camino para la paz, la paz es el camino".

Heredar la sabiduría de los grandes eruditos de la historia, debe servirnos a nosotros para enfrentar esta problemática y analizar palabras como las de Albert Einstein, en su frase "Cuando me preguntaron sobre algún arma capaz de contrarrestar el poder de la bomba atómica yo sugerí la mejor de todas: la paz".

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