La ética, una llave especial
Desde la acera del frente un niño con cara afligida mira a otros cinco, mientras juegan dentro de un enrejado portal, bien entretenidos e indiferentes a los ojos que los observan con tristeza y descontento.
Las relaciones sociales constituyen un factor determinante al cual muchos estudiosos dedican su tiempo e investigaciones, y que tan difícil se nos hacen a los humanos.
Todos quisiéramos criar a nuestros hijos y que pasen por el mundo sin ser unos incomprendidos, inaceptados o inadaptados, y para ello la tarea es bien ardua, porque el secreto para prepararlos requiere de muchos poquitos que a veces se nos van de la mano.
Como un buen chef que sabe la medida exacta de cada condimento para que el plato quede especial y con un sabor único, así debe ser la educación a los hijos, nietos y demás miembros de la familia con el propósito de que estén aptos para vivir en sociedad.
Por supuesto que la convivencia ha llevado al ser humano a crear determinadas normas de estricto cumplimiento y que presuponen el respeto a uno mismo y a los demás y quien no se atenga a ellas se expone de hecho a ser un sujeto rechazado.
Que el niño tenga en el mañana una vida normal en su centro de estudio o de trabajo, en su cuadra o barrio depende en gran medida de lo que se siembre en el presente, de la confianza con que se críe, de la elevación de autoestima y de los sentimientos de amor y respeto hacia los demás.
Compartir lo suyo y brindar sus juguetes para ser utilizados por otros, y que este acto lo asuma desde el punto de vista de la camaradería y no desde una posición superior hará que ese infante sea mañana un posible médico o maestro dispuesto a brindar de una forma altruista sus conocimientos a un país hermano.
Rasgos que hoy nos parecen insignificantes y cosas de niños, como el egoísmo y el egocentrismo se convierten en la juventud y en la adultez en limitaciones para la incorporación de un individuo a su grupo, y esto es fatal.
Por el contrario si educamos de forma tal que la persona se sienta inferior y culpable también le será difícil su acceso e integración al colectivo.
Desde la comunidad primitiva la relación con el otro constituía un elemento garantizador de la supervivencia; el mundo actual exige mucho más, porque le demanda al individuo el intercambio con personas de diferentes estratos sociales, oficios, caracteres y a veces idiosincrasia.
Toda sociedad no educa a los individuos de forma igual, hay algunas en los que el principal ingrediente para triunfar es el culto al ego, las influencias, el dinero y las ansias sin límites de poder.
En la nuestra los ejemplos diarios educan desde otra perspectiva; los niños cada día repasan la historia de los héroes de la Patria y reciben información, viven, lo que hace el país en bien de muchos otros pueblos.
Sin embargo se avizoran rasgos de perfil individualista en cualquier esfera, y no solo vienen de los más jóvenes. Cambios que el país se ha visto obligado a hacer desde el punto de vista económico han traído consigo diferencias entre los hogares y aunque el Estado trate de atenuarlas con medidas objetivas, no es suficiente.
Atajar las expresiones, incipientes o no, de individualismo, prepotencia, afán de grandeza en las nuevas generaciones es algo muy saludable en el fortalecimiento de las relaciones sociales en nuestro contexto.
No basta con que les expresemos ideas tan valiosas como que lo especial de las personas está en su interior y es invisible a los ojos, sino que tenemos que demostrar las tesis con ejemplos palpables en el seno familiar y algo que no debemos olvidar enseñarles la palabra ética, una llave capaz de abrir las puertas a las verdaderas amistades y relaciones.
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