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ESTILOS

¿Somos un patrón a seguir?

No hay nada más sano que sustentarnos y nutrir a nuestra familia con el fruto de lo que seamos capaces de hacer honradamente.
Lo anterior no es una simple frase moralista y mucho menos tiene el objetivo de caer en falsa retórica, sino reflexionar acerca del porqué casi siempre los representantes de las generaciones más veteranas de los hogares cubanos han tratado de sembrar en sus descendientes el amor por el trabajo.

La vorágine del mundo moderno, lo agitado de la vida y otros factores de índole económica, que repercuten en la sociedad cubana actual, aparentemente han ido cambiando los valores o patrones positivos predominantes en nuestro sistema, no obstante y para suerte de muchos las mutaciones son reversibles.

Hace un tiempo una investigadora nos comentaba su experiencia en un aula de la enseñanza Primaria. Al preguntarle a los niños acerca de los oficios de sus padres, todos, uno a uno, dijeron con orgullo a qué se dedicaban sus progenitores: constructor, médico, maestro, agricultor, barbero, bombero, policía, contador, bodeguero...

Sólo una menor quedó perpleja, bajó su cabecita y no supo qué decir; más tarde la profesional conoció por la maestra que el papá de la niña no tenía trabajo fijo, o lo que es lo mismo se dedicaba a "luchar la vida", a vender lo que le cayera o a otros inventos.

Por supuesto a la niña no le faltaba nada material, sus carencias no eran de orden económico; para nadie es un secreto que cualquier "búsqueda" o "negocio" ilegal da más prebendas que el salario que se percibe en un empleo.

Lo preocupante en este caso y en muchos que este ejemplo tipifica, no es que los menores carezcan de alimentos, incluso algunos hacen alarde en sus escuelas de regias meriendas, de zapatillas de marca y de ostentosas mochilas de rueditas.
Pero lo que sí constituye una alarma es el concepto que se forman esos pequeños de sus progenitores, a su edad inocente se hacen preguntas entre ellos, ¿por qué mi papá no trabaja al igual que los de mis amiguitos?
Muchos adultos para quienes el vínculo laboral no es el modo de ganarse la vida deberían ponerse a pensar si vale la pena el descrédito delante de su núcleo familiar y si mañana tal actitud no le "saldrá a la cara" en la educación de sus hijos.

Sencillamente la palabra trabajo lleva implícita el esfuerzo humano, pero también es el medio a través del cual las personas adquieren un reconocimiento social por el resultado de su labor. Lo que seamos capaces de lograr en nuestro quehacer contribuirá de hecho en el criterio que tendrán acerca de nosotros quienes nos rodean y creceremos además ante nuestros propios ojos; esto último muy importante si analizamos que cuando una persona se desliga de su función laboral social y comunitaria el ego tiende a viciarse y solo "engorda" a la par del bolsillo.

El trabajo no es una angustia, aunque etimológicamente el término haya derivado de una tortura de la antigua Roma, y por tanto hay que verlo como una forma de realización personal y colectiva, el único modo de aportar a la economía del país en el que vivimos.

Si en un niño el ejemplo de los progenitores es determinante, para los hijos en edad juvenil es primordial; no podemos inculcar amor por los estudios, por el futuro desempeño laboral y otras cualidades como disciplina, puntualidad y laboriosidad si no somos modelos a imitar; por tanto sería bueno preguntarnos ¿somos ese patrón inspirador para nuestros descendientes?

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